miércoles, 14 de diciembre de 2011

Nieve.

Frío. Blanco.
Voy a morir... El calor abandona mi cuerpo.
Creo que estoy tendido en la nieve. Las copas de los abetos parecen estar a kilómetros, borrosas, difusas...
No siento las piernas. Mi camisa está empapada por la nieve que se ha derretido... Pero ya no importa.

Siento algo. Una respiración cerca de mi. Hago acopio de las pocas fuerzas que me quedan. Giro la cabeza.
Unos ojos azul gélido me devuelven la mirada... Unos ojos... ¿Rasgados?
Estoy soñando. Enfoco.
Piel pálida como la propia nieve. Pelo largo, negro, suelto, tapando sus pechos desnudos.
No logro articular palabra. No sé si por su belleza o porque no me quedan fuerzas.
Parece querer decirme algo con la mirada. Se acerca a mi oído, pero cuando abre la boca solo es para meter su caliente lengua en mi oreja. Tiemblo, y vuelvo a dudar de que sea por el frío.
Su mano se posa en mi pecho a través del cuello de mi camisa, y por extraño que parezca, está caliente. Su lengua recorre hasta el último recoveco, y dándome un mordisquito en el lóbulo desliza sus labios desde detrás de mi oreja hasta mi cuello.
Noto como su mano se cierra ligeramente, arañándome el torso. Suspiro, exhalando una nube de vaho.
Vuelvo a ver esos ojos azules, mientras su mano se desliza hasta mis labios entreabiertos para acariciármelos lentamente con el pulgar.
Nuestras frentes chocan suavemente mientras me mira sin cerrar los ojos, y sus dientes me pellizcan placenteramente mi labio inferior. No veo nada. Creo que porque tengo los ojos en blanco.
Lame mis labios, lentamente. Una vez, y otra.
Me ahogo, estoy conteniendo la respiración. Pero en lugar de aire lo que entra en mi boca es su lengua, húmeda, cálida, tranquila.
Le correspondo a duras penas, mientras su mano baja arañándome el pecho y rasgándome la camisa con una facilidad asombrosa, hasta el final.
Pierdo la noción del tiempo.
Recorre mi uve. No me doy cuenta de la gran erección que tengo hasta que noto el calor de su mano. Me acaricia sin sacarla de la ropa interior, y gimo en su boca mientras me doy cuenta de que con su mano libre me acaricia gentilmente el cuello.
Mis pantalones acaban desabrochados y se separa de mi, lo justo para volver a dejar caer sus labios en mi costado, para bajar dándome mordiscos hasta mi cintura mientras pasa su pierna por encima de mi cabeza, dejando su entrepierna muy cerca de mi cara.
Solo alcanzo a ver su culo, su húmedo sexo y por unos instantes, su lengua dejándose caer sobre mi miembro, lamiéndolo, recorriéndolo de arriba a abajo para luego metérselo en la boca.
Me muero. Desprende un calor sofocante y siento la necesidad de aliviarlo. Mis manos se cierran en sus nalgas disfrutandolas e intento explorar profundamente dentro de ella con mi lengua. En mi cintura noto lo que esta pasando, aunque no lo vea. Me masturba magistralmente con sus manos mientras da pequeños lametones.
Su sabor inunda mi boca. Me aferro con mas fuerza a su culo y es su clítoris el que reclama mi atención. Tengo la sensación de estar quemándome la lengua, pero ella está empapada y eso me alivia.
Tumbada sobre mi coloca sus manos en mis costados, comiéndomela utilizando únicamente la boca. Mis manos la corresponden frotando su clítoris salvajemente. Ella suspira, y gime sin sacarla de su boca, y me araña dejándome marcas en el costado mientras me corro entre convulsiones y gemidos.
Ni siquiera se me ha pasado el orgasmo y ya tengo su lengua en mi boca y me está cabalgando. Su sexo arde y me atrae hacia ella con fuerza mientras sus caderas se mueven con voluntad propia, igual que las mías. Ahora es en los hombros donde me araña al aferrarse con fuerza para botar sin dejar de gemir en mi boca. Me muerde los labios, la lengua, el cuello, hasta el pecho sin parar ni un segundo de moverse cada vez mas rápido. Y otra vez voy a correrme dentro de ella, pero esta vez noto como no quiere dejarme escapar. Me corro penetrándola profundamente, y casi no noto el dolor de mi piel desgarrada cuando me araña en el pecho.
Solo noto el placer del calor que me proporciona su entrepierna cuando me aprisiona mientras me corro.
Y vuelvo a tener los ojos en blanco... ¿O no?
No veo nada... Nada.


Abro los ojos. Hace frió, mucho. Pero puedo moverme...
Al levantarme veo que en el suelo está mi silueta dibujada. Toda la nieve donde yacía está derretida.
Mi memoria vuelve. ¿Y la chica? Me levanto. ¿Ha sido un sueño? Imposible... ¡La ropa!
Palpo mi camisa... ¡Agh!
Mi mano está llena de sangre. Sangre que mana de una herida en el pecho. Mi camisa está destrozada.

Miro a mi alrededor y no veo a nadie... Pero... hay un rastro de sangre en el suelo. Un rastro de sangre encima de huellas de lobo.

domingo, 28 de agosto de 2011

La plaza de los sueños.



Él no era un chico fuera de lo común. Le gustaba pensar que se diferenciaba de los demás por su manera de pensar, por su manera de ser. Para él, ser como era lo convertía en único en el mundo. Pero nunca tuvo oportunidad de demostrar lo especial que era.
Y un día... Sucedió.

No estaba cansado, no tenía sueño... Pero decidió dormir. "Quiero soñar" pensó. Y así lo hizo.

Pasó por el mundo difuso de la vigilia, sin entretenerse demasiado, para luego comenzar a vagar por el maravilloso mundo de los sueños.
No encontró tanta gente como de costumbre, aunque sí un par de caras que ya había olvidado.
Flotando, siguió pasando por cantidad de sitios distintos. Estaba sonriendo. Lo sabía porque podía verlo. En ese momento, era feliz.
Entonces encontró un lugar que nunca había visitado antes. Era un espacio abierto, con el cielo de un precioso color jamás visto. A pesar de eso, había farolillos, y formando un círculo también habían cómodos bancos. Y entonces la vio.

Una chica le miraba desde el banco. Quiso acercarse, pero ya era demasiado tarde, pues cuando quiso darse cuenta ya estaba sentado junto a ella.
Se miraron a los ojos, sin decir ni una palabra. Siempre había pensado que unos ojos marrones no son tan especiales como los de otro color... Y en ese momento vio lo equivocado que estaba.

Jamás había visto unos ojos tan especiales. Dentro de ellos pudo ver la felicidad, la luz, amor, miles de amaneceres junto a la persona que quieres. Pudo ver noches, días y momentos compartidos con intimidad y cariño. Experimentó la sensación de reconocer a una persona solo por el roce de su piel, el olor de su pelo y... Por sus ojos.

Sin decir nada, ella le mostró todo aquello. Sin decir nada, ambos siguieron mirándose a los ojos, abriendo su corazón al otro, siendo completos desconocidos.
Sin decir nada, rieron. Sin mediar palabra descubrieron lo mucho que tenían en común. Incluso lloraron juntos. Él le cogió la mano y el vínculo se intensificó.
Pasearon. Pasearon sin siquiera levantarse del banco. Primero estaban en una bonita plaza, y al segundo siguiente en un precioso bosque, que al momento dejaba paso a una playa.
Aquello era la felicidad. Ese chico, era feliz, y en ese momento, parecía que duraría toda la eternidad.


" Y allí estaba ella... Y entonces, lo comprendió."


Entonces una silenciosa lágrima cayó por la mejilla de la chica.
Dolió. El chico no soportaba verla sufrir, y sabía que algo pasaba.
Con miedo, el chico habló. "¿Qué te pasa?"
La chica apartó apenas un instante la mirada. Sus ojos, huyeron del chico. Él no estaba preparado... Después de tanto tiempo conectados, se sintió perdido, vulnerable... Entonces con el dorso de la mano secó la mejilla de ella.

"¿Qué te pasa?" Repitió.
Ella levantó la mirada, encontró sus ojos de nuevo.
"Tienes que irte."
El corazón del chico se aceleró. Y entonces se dio cuenta de lo que ocurría. Se dio cuenta de porque lloraba.
Se sentía flotando, pero en otro plano, notaba sus párpados.

Estaba a punto de despertarse.

Su corazón se aceleró aún más. El sobresalto hizo que casi abandonara ese mundo, pero se aferró a él con todas sus fuerzas.

"Te buscaré. Te prometo que lo haré."

Ella no dijo nada. O al menos no movió los labios. Sus ojos hablaron por ella.
El volvió a hablar, y una lágrima puso el punto y final.

"Te encontraré."

Parpadeó. Había desaparecido.
Tomó consciencia de su cuerpo en otro plano. Su mejilla estaba húmeda y se negaba a abrir los ojos. Pero no olvidaría lo que acababa de pasar. Noche tras noche, la buscaría. Ella existía de verdad, él lo sabía. Lo había visto, ella se lo había dicho. La encontraría por la noche para saber como encontrarla fuera del mundo de los sueños. Tomó la decisión... Y abrió los ojos.